Mi abecedario viajero: «L» de Llorar
Porque a veces se hace difícil viajar, casi nunca estamos en una playa relajados tomando sol.
Porque viajamos para conocer lugares y gente nueva y también para desafiar nuestros propios límites, salir de nuestra zona de confort, justamente para encontrar la zona de aprendizaje, y eso no siempre es fácil.
Yo soy bastante optimista y sociable, me gustan las dificultades y la aventura, pero en la capital de Timor Oriental me quebré.
Estaba muy cansada y los primeros días lloraba a diario. No quería viajar más. Tenía bronca e impotencia por la burocracia del país.
Llegamos allí a dedo después de dos días de viaje en distintos vehículos.
Lo primero que teníamos que hacer antes de empezar a viajar por el país era ir a la embajada de Indonesia y tramitar la visa, para poder salir del país y volver a entrar a Indonesia.
Nuestra idea era estar sólo 2 o 3 días tramitando la visa y después salir de la capital a recorrer el interior, en busca de comunidades aborígenes en las montañas y de pueblos pesqueros en la costa.
Lamentablemente nos llevó casi una semana todo el trámite de la visa. Fuimos 4 veces a la embajada.
El primer día estuvimos ahí a las 8am y no nos quisieron dar el formulario, sin explicación nos rebotaron en la puerta y nos pidieron que volviéramos al día siguiente. El segundo día nos dieron el formulario que debíamos completar y llevar junto con una foto 4×4 con fondo rojo (obviamente sólo teníamos con fondo blanco).
Después nos pidieron el resumen de nuestras cuentas bancarias para demostrar fondos suficientes, pero no encontramos en toda la capital del país un ciber café que funcionase o un lugar con wifi e impresoras a la vez!!
Cuando le dije esto al embajador, gritando desesperada , el tipo me dijo: – Bienvenida a Timor Leste!!!! ¿Cómo te creés que yo trabajo acá??. Buenísimo, pensé. Tenía mucha impotencia porque estábamos perdiendo tiempo y dinero haciendo nada, caminando con papeles de acá para allá .
Paciencia, y así después de varias idas y vueltas obtuvimos la visa y salimos de la capital, a recorrer el interior.
Estaba muy cansada a esta altura del viaje. Comía y dormía mal, acampamos en los lugares más insólitos (playa de estacionamiento, destacamento de policía, jardín de un hotel junto con el Ministro de Turismo de la Nación… bueno él estaba adentro del hotel, nosotros afuera) 🙂
Dos semanas sin baño y con duchas en el mar, si fuese el lago con agua dulce todo bien, pero en el mar!!! Mi pelo era una gran rasta!!
La comida era mala y costosa, por lo que varias veces solo comimos atún y galletitas. Viajamos a dedo todo el tiempo, llenos de polvo, porque no había transporte público. Estaba muy cansada.
Recuerdo un día que me desperté llorando. No había podido dormir, había pasado mucho frío en la carpa.
Me levanto, me cambio la ropa y sigo quejándome del cansancio, Karel estaba afuera y cuando vuelve a la carpa me dice:
– Bueno, secate las lágrimas que afuera está todo el pueblo que te quiere saludar.
-¿Qué? Salgo para ver qué sucede y sí, había 30 personas alrededor de la carpa mirándola como si fuese un meteorito caído del cielo, seguramente esa gente en el medio de la montaña, a cinco horas de la capital del Timor Leste (Oriental), nunca vio una carpa. Casi no llegan turistas a este país y los que llegan no creo que acampen atrás de la Iglesia como nosotros.
Así fue que me lavé los dientes y desarmé la carpa, con el público presente, gratos espectadores que no creían lo que sus ojos veían: como ese «meteorito» se plegaba y se hacía pequeñito hasta desaparecer en el interior de mi mochila.
El llanto obviamente desapareció y se transformó en emoción, pudor y risa.